Ateneo de Córdoba. Calle Rodríguez Sánchez, número 7 (Hermandades del Trabajo).
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Fallo de las Fiambreras de Plata 2023, relación de homenajeados aquí.
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Mataharis
Título | Mataharis | |
VIII Muestra de Cine Internacional | ||
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Ficha técnica | ||
Dirección | Icíar Bollaín | |
Dirección artística | Josune Lasa | |
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Producción | Santiago García de Leániz Simón de Santiago | |
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Guión | Icíar Bollaín Tatiana Rodríguez | |
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Música | Lucio Godoy | |
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Fotografía | Kiko de la Rica | |
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Montaje | Ángel Hernández Zoido | |
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Vestuario | Estíbaliz Markiegui | |
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Reparto | Najwa Nimri (Eva) Tristán Ulloa (Iñaki) María Vázquez (Inés) Diego Martín (Manuel) Nuria González (Carmen) Antonio de la Torre (Sergio) Fernando Cayo (Valbuena) Adolfo Fernández (Alberto) Manuel Morón (Samuel) Mabel Rivera (mujer engañada) | |
Datos y cifras | ||
País(es) | España | |
Año | 2007 | |
Género | Comedia Drama | |
Duración | 95 minutos |
Reseña
Es comprensible que a cualquiera que, desde una opción plenamente legítima en cuanto a querencias artísticas, tienda a identificar el concepto de gran cine con elementos como la espectacularidad, la grandiosidad y algunos otros aledaños, le cueste trabajo asociar a tal concepto un nombre como el de Icíar Bollaín. Pero para aquellos a quienes el concepto de gran cine nos parece algo bastante más cercano a aquello que el viejo maestro John Ford declaraba como el objeto de su propio arte y oficio, que no era otro que el de hacer películas, y contar con ellas buenas historias, no hay el más mínimo atisbo de duda de que Bollaín, después de manufacturar una película como "Mataharis", va camino de convertirse –si no lo ha hecho ya plenamente–, y en la medida en que como tal cabe calificar a quien hace gran cine, en una gran cineasta.
"Mataharis" es, planteada así grosso modo y contada de forma somera, la historia de tres mujeres, sencillas, abnegadas, esforzadas, cuyo único punto de contacto evidente y palmario con el nombre del personaje al que alude el título es el de su ocupación profesional: ciertamente, son detectives, buenas y esforzadas detectives, pero, eso sí, están, como corresponde al perfil habitual de los personajes que pueblan las historias de su autora, en las antípodas del glamour y el esplendor que tal nombre legendario evoca; lo suyo es el trabajo sordo, callado y discreto en el que comúnmente se desenvuelve el desempeño laboral de estos profesionales –trabajos bastante más de andar por casa, y más cercanos a las pequeñas miserias humanas que a las grandes historias de transgresión de largo alcance–, que, como bien se puede entender, poco tiene que ver con esa dimensión “peliculera” (valga aquí esta suerte de juego de palabras...) de que el imaginario colectivo le ha venido dotando a raíz de su encarnación en el Hollywood clásico.
Y es una historia en la que, como es habitual en el cine de la Bollaín, juega un papel fundamental el entrecruzamiento de conflictos (personales, afectivos y profesionales), que se van imbricando y solapando hasta constituir un entramado dramático que, lejos de adquirir farragosidad o densidad plúmbea, es hilvanado, con una solvencia y ligereza ciertamente admirables, para terminar constituyendo una trama que cumple, para cada una de sus tres protagonistas, la regla básica de plantear, anudar y desenlazar con plenitud de lógica y de coherencia, sobre la base de peripecias y episodios personales cuya fuerza dramática no radica tanto en su capacidad de impacto (por lo inusual, o lo fuera de norma) como en la veracidad y cercanía con la que nos los sirve la historia. Toda una demostración de maestría en la construcción narrativa que denota que el buen pulso –mostrado ya desde sus inicios– en la urdimbre de historias ancladas en la sencillez de lo cotidiano es algo que, con el oficio y la experiencia, la directora está depurando y consolidando cada vez un poco más.
Ahí están los grandes temas universales: el amor, y su envés; la verdad y la mentira; la confianza y sus derivas, sus pérdidas, sus flaquezas; el poder corrosivo de la convivencia, su capacidad devastadora, de una violencia tan brutal en el fondo como suave, casi imperceptible, en las formas; la imposibilidad de conciliar conciencia y ciertas fidelidades, y la necesidad de decantarse, cuando la coyuntura de la vida nos pone entre la espada y la pared. Todo está ahí, y todo fluye, sin pies forzados, sin estridencias, sin necesidad de formulaciones alambicadas ni frases grandilocuentes, en el desarrollo de la historia. Parece sencillo, pero, créanme, la inmensidad del número de experimentos fallidos en pos de su consecución, da fe de que no lo es, en absoluto.
Y si tremendamente meritorio es el trabajo de la directora, poco justo sería pasar por alto, y no hacer mención, por somera que sea, al trabajo interpretativo de las tres protagonistas... y de Tristán Ulloa –y he de confesar que este actor nunca llegó a ser santo de mi mucha devoción, pero, en este caso, chapó: me descubro...–. Tanto Nawja Nimri como María Vázquez y Nuria González derrochan credibilidad, sensibilidad y una asimilación de la condición de sus personajes digna de los más encendidos elogios, y esto es un elemento fundamental para darle más cuajo aún, si cabe, a una historia que, indudablemente, sin la consistencia de su trabajo no podría hacérsenos tan veraz y cercana. Con contención, sin grandes alardes, pero con una entrega a la “causa” merecedora del máximo reconocimiento.
Con "Mataharis", en suma, Icíar Bollaín termina de consagrarse –si no cabía considerarlo ya así con anterioridad– como uno de los valores más solventes de nuestra cinematografía, una autora sólida y asentada, y que se erige, por pleno derecho, y junto a Fernando León de Aranoa (no es difícil evocar, salvando todas las –enormes– distancias –en temática y perfil de sus personajes, sobre todo–, a sus "Princesas"; en el tono, en el enfoque, en la mirada...), en baluarte señero de una tendencia de cine que podríamos calificar, sin temor a que se nos impute delito alguno de burricie cinematográfica, como cine humano, cine de tripa, cine de entrañas. Un cine que, probable y desgraciadamente, resultará aburrido para un cierto perfil de público, pero que, para aquellos que con su degustación disfrutamos intensamente, constituye el más sabroso de los manjares. Si hay alguien que ya ha demostrado que se maneja perfectamente en los fogones donde se cuece, ésa es Icíar Bollaín. Ojalá que tengamos cocinera para rato...
Película reproducida en la VIII Muestra de Cine Internacional del año 2008.
Reseña elaborada por el socio de la Sección de Cine del Ateneo de Córdoba Manuel Márquez Chapresto.