Ateneo de Córdoba. Calle Rodríguez Sánchez, número 7 (Hermandades del Trabajo).

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El Edicto de Tesalónica, también conocido como "Cunctos Populos" fue decretado por el emperador romano Teodosio el 28 de febrero del año 380. Mediante este edicto el cristianismo se convirtió en la religión oficial del Imperio Romano.

Constantino y el fin de la persecución

A principios del siglo IV, Constantino I había terminado con la clandestinidad de los cristianos, otorgándoles ciertos privilegios y permitiéndoles la construcción de grandes templos. En 313, a través del Edicto de Milán, el emperador había decretado la libertad de culto para los cristianos y el fin del paganismo como religión oficial del Imperio.

A cambio de esto, Constantino tomó parte en las disputas que ya existían en el seno de la iglesia, convocando en 325 el Concilio de Nicea. En este concilio se desterraron las tesis arrianas que negaban el carácter divino de Jesús como parte consustancial de Dios. A pesar de ello, el cisma arriano se prolongaría al menos hasta el siglo VI, y no terminaría hasta la muerte del último de los monarcas arrianos: El rey visigodo Leovigildo. Del Concilio de Nicea se originaría el llamado Credo Niceno, último punto de encuentro entre las iglesias de oriente y occidente.

El mismo emperador Constantino fue el primer gobernante del Imperio Romano de credo católico, aunque no fue bautizado hasta poco antes de morir. Con él se iniciaba una nueva época para la iglesia, y en en transcurso del siglo IV su influencia en las esferas del poder aumentaría (a pesar del paréntesis de tres años que supuso el gobierno de Juliano, durante el cual el cristianismo volvió a estar acosado por el poder) hasta que en 380 y a través del Edicto de Tesalónica, se convertiría en la religión oficial tanto en oriente como en occidente.

El Imperio de Occidente a finales del siglo IV

Desde Nicea, y a pesar de las fuertes disputas que no se habían acallado con este concilio y que enfrentaban a la iglesia oriental con la de occidente por la supremacía jerárquica, el culto cristiano había conseguido medrar en todo el territorio del imperio. Aunque su implantación era elevada en las clases dominantes, aún tenía poca penetración entre las clases populares y los estamentos militares. Por si fuera poco, algunos de los pueblos nórdicos llamados a sustituir a la autoridad del Imperio en el occidente de Europa profesaban el culto arriano, lo que ponía en serio peligro la continuidad del Credo Niceno.

El emperador Teodosio había heredado un Imperio dividido y sumido en una profunda crisis. Tras los largos años de anarquía del siglo anterior, Diocleciano había iniciado la división del Imperio en una mitad oriental, más rica y políticamente estable, y una mitad occidental menos pujante en su economía y acosada por la presión de los pueblos bárbaros procedentes de la Germania. A pesar de la reunificación de Constantino, la caída de la mitad occidental y la pérdida en ésta de la autoridad imperial eran ya inminentes.

El Edicto de Tesalónica

El 24 de noviembre de 380, se hacía público el edicto en los siguientes términos:

«IMPPP. GR(ATI)IANUS, VAL(ENTINI)ANUS ET THE(O)D(OSIUS) AAA. EDICTUM AD POPULUM VRB(IS) CONSTANTINOP(OLITANAE). Cunctos populos, quos clementiae nostrae regit temperamentum, in tali volumus religione versari, quam divinum Petrum apostolum tradidisse Romanis religio usque ad nuc ab ipso insinuata declarat quamque pontificem Damasum sequi claret et Petrum Aleksandriae episcopum virum apostolicae sanctitatis, hoc est, ut secundum apostolicam disciplinam evangelicamque doctrinam patris et filii et spiritus sancti unam deitatem sub parili maiestate et sub pia trinitate credamus. Hanc legem sequentes Christianorum catholicorum nomen iubemus amplecti, reliquos vero dementes vesanosque iudicantes haeretici dogmatis infamiam sustinere ‘nec conciliabula eorum ecclesiarum nomen accipere’, divina primum vindicta, post etiam motus nostri, quem ex caelesti arbitro sumpserimus, ultione plectendos. DAT. III Kal. Mar. THESSAL(ONICAE) GR(ATI)ANO A. V ET THEOD(OSIO) A. I CONSS.» Código Teodosiano 16.1.2

Edicto de los emperadores Graciano, Valentiniano (II) y Teodosio Augusto, al pueblo de la ciudad de Constantinopla.

«Queremos que todos los pueblos que son gobernados por la administración de nuestra clemencia profesen la religión que el divino apóstol Pedro dio a los romanos, que hasta hoy se ha predicado como la predicó él mismo, y que es evidente que profesan el pontífice Dámaso y el obispo de Alejandría, Pedro, hombre de santidad apostólica. Esto es, según la doctrina apostólica y la doctrina evangélica creemos en la divinidad única del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo bajo el concepto de igual majestad y de la piadosa Trinidad. Ordenamos que tengan el nombre de cristianos católicos quienes sigan esta norma, mientras que los demás los juzgamos dementes y locos sobre los que pesará la infamia de la herejía. Sus lugares de reunión no recibirán el nombre de iglesias y serán objeto, primero de la venganza divina, y después serán castigados por nuestra propia iniciativa que adoptaremos siguiendo la voluntad celestial.» Dado el tercer día de las Kalendas de marzo en Tesalónica, en el quinto consulado de Graciano Augusto y primero de Teodosio Augusto.

Con este edicto, el Imperio Romano en su totalidad pasaba a tener una nueva religión oficial tras 67 años de libertad de culto. El Panteón Romano se había complementado a lo largo de muchos siglos con los dioses, deidades y lares domésticos, con el culto a los propios antepasados e incluso con divinidades prerromanas que habían sido asimiladas tras el proceso de romanización en muchos lugares del Imperio. Todo esto debía ser ahora abandonado para abrazar el culto a una religión monoteísta y a las normas morales que la acompañaban. A pesar de ello, Teodosio protegió en la medida de sus posibilidades a los ahora semiclandestinos paganos de la persecución y el acoso de los cristianos.

La problemática del cesaropapismo

Sin embargo a la Iglesia tampoco le benefició del todo esta oficialización del culto. Como máxima autoridad del Imperio, Teodosio incluyó al sacerdocio en el funcionariado del mismo, lo que en la práctica los situaba bajo su autoridad. La problemática del «cesaropapismo» (la injerencia del César sobre la soberanía de la Iglesia) iniciada con Constantino, empezaba a tomar un cariz realmente preocupante para los obispos.

Al año siguiente de la promulgación del Edicto de Tesalónica, el mismo emperador Teodosio convocaba el Primer Concilio Ecuménico de Constantinopla. Su objetivo era conciliar a la ortodoxia cristiana con los simpatizantes del arrianismo y tratar la problemática de la herejía macedónica. También confirmar el credo Niceno como la doctrina oficial de la iglesia. En realidad, las tesis arrianas fueron de nuevo rechazadas, y posteriormente se emitió un nuevo edicto imperial que daba carácter legal a las conclusiones del concilio.

Muestra de las fuertes tensiones generadas en este periodo entre Iglesia y Estado es la excomunión que el mismo emperador sufriría en 390, decretada por San Ambrosio tras la revuelta y posterior matanza en Tesalónica, donde habrían muerto cerca de seis mil personas. El emperador fue escarnecido en público por el obispo de Milán, negándole éste la entrada en la iglesia. Tras una larga penitencia y como compensación, el emperador decretó en 392 la prohibición de los sacrificios paganos, y una inmensa masa de población se vio obligada a profesar una religión no demasiado acorde con las costumbres sociales y morales de su civilización. Al amparo de esta nueva prohibición se inició una fuerte represión contra la población pagana, que tuvo su culminación en la segunda destrucción de la biblioteca de Alejandría y del gran templo de Serapis por una muchedumbre encabezada por el patriarca de la ciudad, Teófilo de Alejandría.

La admisión de la ingente cantidad de nuevos «fieles» provocó además severos cambios en la liturgia. Ahora el cristianismo estaba obligado a salir de las catacumbas para ofrecer una nueva imagen a un público nuevo. Las salas donde se reunían las congregaciones se convirtieron en templos, los sacerdotes adoptaron vestimentas especiales para el culto y se extendió el uso del incienso, propio de los anteriores ritos paganos.

Véase también

Bibliografía

  • Constantinopla (Historia Universal Asimov, 7), Isaac Asimov, Alianza Editorial, ISBN 8420635332
  • Enciclopedia Labor. Tomo V: El hombre a través del tiempo (I). Roma, pág. 221 - Ed. Labor, 1958

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