Leyenda del origen del Ajedrez (Artículo)

"Al margen de las narraciones mitológicas sobre la diosa Caissa y la génesis del deporte ciencia, lo cierto es que existen numerosas leyendas que sitúan el origen del juego en la India, y con algunas variaciones, casi todas coinciden en lo esencial del relato. La más extendida cuenta que en aquellas lejanas tierras gobernaba un magnánimo rey llamado Iadava. Cierto día las huestes del aventurero Varangul invadieron el reino, desatándose una cruenta guerra. Iadava, que era un excelente estratega, derrotó a sus enemigos en los campos de Dacsina, pero en el fragor de la lucha perdió a su hijo, el príncipe Adjamir. Este hecho lo abatió profundamente pasándose los días siguientes encerrado en el Palacio sumido en la pena y reproduciendo, en una gran caja de arena, las alternativas del combate donde perdió al único heredero de su dinastía, pero por más que lo intentaba no daba con la forma de salvar al mismo tiempo a su hijo y al reino. Los sacerdotes elevaban plegarias y de todas partes llegaban obsequios, diversiones y pasatiempos para tratar de sacar al rey de su aflicción; mas todo parecía en vano.

Algún tiempo después, un inesperado visitante llegó al Palacio solicitando una audiencia con el Rey. Al ser interrogado sobre el motivo de su petición, el joven se identificó como Susa o Sissa (Susa Ben Dahir el Hidi) y dijo que había viajado durante treinta días desde la aldea de Namir, en la provincia de Taligana, al norte de la India, para entregarle a Su Majestad un modesto presente que lo sacaría de su tristeza, le brindaría distracción y abriría en su corazón grandes alegrías.

Iadava al enterarse de las intenciones del desconocido ordenó que lo hicieran pasar de inmediato. Sissa presentó al Monarca un gran tablero dividido en 64 cuadros blancos y negros. Sobre ellos colocó dos ejércitos representados por diferentes piezas. Le enseñó pacientemente al rey, los ministros y los cortesanos la índole del juego y las reglas fundamentales. En pocas horas el Soberano se quedó prendado por el nuevo pasatiempo, consiguiendo derrotar a varios miembros de su Corte en partidas que se desenvolvían impecablemente sobre el tablero.

En determinado momento el Rey se dio cuenta, con gran sorpresa, que la posición de las piezas, por las combinaciones resultantes de diversos lances, parecía reproducir exactamente la batalla de Dacsina. Intervino entonces Sissa para decirle: “Piensa que para el triunfo es imprescindible que sacrifiques a este Visir (alfil), pero te has empeñado inutilmente, Señor, en defenderlo y conservarlo”. Con esta aguda observación el Monarca comprendió que en ciertas circunstancias, la muerte de un Príncipe es una fatalidad que puede conducir a la libertad y la paz de un pueblo.

El rey quiso recompensarlo por tan magnífico obsequio y le dijo que pidiera lo que quisiera, el Brahmán respondió que no quería nada, pero ante la insistencia del rey en que pidiera una recompensa, el sabio inventor pidió un grano de trigo por la primera casilla, dos por la segunda, cuatro por la tercera, ocho por la cuarta y así duplicando sucesivamente hasta la última casilla. Iadava, al oir el extraño e ínfimo pedido del joven, lanzó una sonora carcajada y tras burlarse de su modestia, ordenó que se le diera rápidamente lo solicitado. Al cabo de algunas horas los algebristas más hábiles del reino le informaron al Soberano que se necesitarían: 18.446.744.073.709.551.615 granos de trigo, es decir, dieciocho trillones, cuatrocientos cuarenta y seis mil setecientos cuarenta y cuatro billones, setenta y tres mil setecientos nueve millones, quinientos cincuenta y un mil seiscientos quince granos. ¿Cuántas toneladas son todos esos granos de trigo? Pues aproximadamente 276.600 millones de toneladas y eso solo por la casilla 64. Si teneos en cuenta que la cosecha mundial de trigo de la temporada 1998 fue de 610,1 millones de toneladas, y fue bastante buena en comparación con otros años: ¡Haría falta la cosecha mundial de más de 453 años para pagar sólo por la última casilla! Sumando los granos de todas las casillas, supondría la cosecha total del planeta durante 907 años.

El Rey y su Corte quedaron por supuesto estupefactos ante los cálculos estimados y la imposibilidad de cumplir con el regalo prometido. Por lo que en honor a la sabiduría del brahmán lo nombró su Primer Ministro. Cuenta la leyenda que Sissa orientó a su Rey con sabios y prudentes consejos y, distrayéndolo con ingeniosas partidas de ajedrez, prestó los más grandes servicios a su pueblo".

Manuel Ortas Castilla, 2015.