Tocando el viento

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Título	Título de ejemplo
I Muestra de Cine Internacional
Ficha técnica
Dirección	Mark Herman
Ayudante de dirección	Clare Awdry Jonathan Benson Antony Ford
Dirección artística	Felicity Joll
Producción	Steve Abbott Olivia Stewart
Diseño de producción	Don Taylor
Guión	Mark Herman
Música	Trevor Jones
Fotografía	Andy Collins
Montaje	Michael Ellis
Vestuario	Amy Roberts
Reparto	Ewan McGregor Pete Postlenhwaite Tara Fitzgerald
Datos y cifras
País(es)	Reino Unido EE.UU.
Año	1997
Género	Comedia Drama

Reseña

Comienza la sirena de la mina a sonar, e inmediatamente, sin corte, el fondo negro como primer plano se viene a inundar de la música de la banda del lugar. Mientras se mantiene el color oscuro, como la propia mina, empiezan a bailar los brillos de luz de los cascos mineros.

Así se inicia Tocando el viento (Brassed Off), con uno de los símbolos que resume la dialéctica que se desarrolla en la película. Las sonrisas de los que han terminado su trabajo contrastan con el negro negrísimo futuro que se intuye.

Dos son las cuestiones que chocan y se enlazan en la traman: el realismo pesimista, confirmado cotidianamente, con insistencia, casi con saña pero siempre tomado con gotas de humor, que muestra en toda su viveza la triste realidad de un paro forzado que se va cada vez más cerca, frente a una visión más volcada en creer en las posibilidades y sueños de uno frente a todo lo que lo contradice. Un sueño convertido en motor, que se vuelve realidad.

Con ese estilo de realidad popular británica, en el que los personajes se hacen tan cercanos y vulnerables que no pueden dejar de ser queridos en su cutrez, se plantea la coral presencia de los mismos que, como instrumentos de la orquesta que integran, traman la historia de vivencias, adoptando las lentas transformaciones que cada uno va experimentando. Distribución coral de los personajes que, como dice el director de la banda, son como “notas correctas aunque no necesariamente en el orden correcto”, son los contrapuntos reales y pragmáticos (baste recordar la escena de las dos mujeres que hablan con la colada al fondo, y un vecino en medio, que afirma, “nadie tendrá nada que hacer” y “al final te acostumbras”, lo que dice mucho de su actitud de dejarse llevar por las circunstancias) que no deja de tener sus dos solistas principales que forman el dúo para un nudo amoroso de contradicciones, y un director de orquesta que se convierte en la base de una remontada de la vida del pueblo.

Un dúo que protagoniza un desenlace a cuerda floja, entre la sinfonía desafinada de la banda en cuanto al ánimo y viveza de la pieza que tocan, y la finura de una solista que le imprime las ganas reprimidas por la obsesión de lo inmediato y lo pragmático, que arrinconan posibles sueños y esperanzas.

Realidad pragmática sobre sueños que son y deberían ser. De un lado, esa realidad objetiva y perfilada por lo práctico, que para unos es situación de desasosiego y enfrentamiento, sin mucho afán, a una política de desmantelamiento de lo que ha sido su vida, la mina, bajo criterios economicistas. Por otra parte, lo que debería ser, aprender a poner cada cosa en su sitio, a desligar que esta vida sea monocolor, y considerar, frente a todos incluso, que no se puede jugar a cara y cruz nuestra felicidad. Hay que poner pasión en lo que se hace. Creer que es posible, incluso llegar a la denuncia desde el mantenimiento de la propia dignidad y pasión por los principios.

Crítica social a la situación que provocó la política llevada a cabo en Gran Bretaña por el Gobierno Thatcher, una película con una dosis elevada de ganas de otorgar esperanza al desequilibrio en que hemos convertido nuestra vida cotidiana, apoyando la opción de soñar por lo que uno cree que merece la pena. Ese final que cierra la película, muestra de esa lucha entre principios y pragmatismo, propone redescubrir las ganas de vivir y sobre todo de saber vivir dignamente.

Película reproducida en la I Muestra de Cine Internacional del año 2001.

Reseña elaborada por el socio de la Sección de Cine del Ateneo de Córdoba Antonio Jesús Serrano Castro.