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Diferencia entre revisiones de «Las invasiones bárbaras»

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== Reseña ==
 
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No es fácil encontrar en América del Norte cineastas como Denys Arcand; más bien al contrario, cualquiera que se acerque a una sala, como ahora mismo, en este ciclo, sin ideas prefijadas, creerá estar ante un director, nuevo o veterano, del tan reconocido como sobrevalorado cine europeo, “Francés, afirmaremos, esto debe ser francés, no hay duda”. Sin embargo son evidentes los paralelismos con urbanitas tan estadounidenses como Woody Allen y sus obsesiones: la ciudad, la muerte, el sexo, el paso del tiempo, su ácido sentido del humor.  
 
No es fácil encontrar en América del Norte cineastas como Denys Arcand; más bien al contrario, cualquiera que se acerque a una sala, como ahora mismo, en este ciclo, sin ideas prefijadas, creerá estar ante un director, nuevo o veterano, del tan reconocido como sobrevalorado cine europeo, “Francés, afirmaremos, esto debe ser francés, no hay duda”. Sin embargo son evidentes los paralelismos con urbanitas tan estadounidenses como Woody Allen y sus obsesiones: la ciudad, la muerte, el sexo, el paso del tiempo, su ácido sentido del humor.  
 
Y es que este canadiense, quebecquiano, francófono militante posee cualidades para confundirle con cualquiera que haga cine inteligente, en cualquier lugar del mundo y, no obstante, atesora una sensibilidad unida a su capacidad para crear atmósferas desoladoras, iluminadas brevemente por un comentario lúcidamente nostálgico, pronunciado a media luz, a media sonrisa, a medio camino de cualquier parte, difícil de encontrar en Europa, y prácticamente imposible en Hollywood.
 
Y es que este canadiense, quebecquiano, francófono militante posee cualidades para confundirle con cualquiera que haga cine inteligente, en cualquier lugar del mundo y, no obstante, atesora una sensibilidad unida a su capacidad para crear atmósferas desoladoras, iluminadas brevemente por un comentario lúcidamente nostálgico, pronunciado a media luz, a media sonrisa, a medio camino de cualquier parte, difícil de encontrar en Europa, y prácticamente imposible en Hollywood.
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No hay que tener prisas con esta película, ni perder el tiempo comiendo pipas; si hay algo que el aficionado no debe perderse son sus diálogos, los más brillantes del año, seguro. No debe uno perderse los personajes: Remy, el enfermo, llena la pantalla; Sebastien, el hijo rico, el más insustancial a priori, el más parecido a nosotros mismos, crece a medida que avanza el metraje; sus amigos ¿pero quién puede tener estos amigos y perderlos? Y Nathalie, la hija yonqui de una de sus ex amantes, representa la crudeza del invasor, del bárbaro que inevitablemente nos sustituirá cuando ya no estemos, que ocupará nuestro lugar en la sociedad. Atención a ella, muchos nos enamoraremos de Nathalie.
 
No hay que tener prisas con esta película, ni perder el tiempo comiendo pipas; si hay algo que el aficionado no debe perderse son sus diálogos, los más brillantes del año, seguro. No debe uno perderse los personajes: Remy, el enfermo, llena la pantalla; Sebastien, el hijo rico, el más insustancial a priori, el más parecido a nosotros mismos, crece a medida que avanza el metraje; sus amigos ¿pero quién puede tener estos amigos y perderlos? Y Nathalie, la hija yonqui de una de sus ex amantes, representa la crudeza del invasor, del bárbaro que inevitablemente nos sustituirá cuando ya no estemos, que ocupará nuestro lugar en la sociedad. Atención a ella, muchos nos enamoraremos de Nathalie.
  
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Revisión del 18:10 21 jun 2008

Las invasiones bárbaras. Canadá (2003)

  • Director: Denys Arcand.
  • Intérpretes; Remy Girard (Remy), Stéphane Rousseau (Sebastien), Maríe Josée Croze (Nathalie).
Oscar Mejor Película de Habla no Inglesa 2004.
Nominada Oscar Mejor Guión
Mejor Actriz Cannes 2003 (Maríe Josée Croze)

Reseña

No es fácil encontrar en América del Norte cineastas como Denys Arcand; más bien al contrario, cualquiera que se acerque a una sala, como ahora mismo, en este ciclo, sin ideas prefijadas, creerá estar ante un director, nuevo o veterano, del tan reconocido como sobrevalorado cine europeo, “Francés, afirmaremos, esto debe ser francés, no hay duda”. Sin embargo son evidentes los paralelismos con urbanitas tan estadounidenses como Woody Allen y sus obsesiones: la ciudad, la muerte, el sexo, el paso del tiempo, su ácido sentido del humor. Y es que este canadiense, quebecquiano, francófono militante posee cualidades para confundirle con cualquiera que haga cine inteligente, en cualquier lugar del mundo y, no obstante, atesora una sensibilidad unida a su capacidad para crear atmósferas desoladoras, iluminadas brevemente por un comentario lúcidamente nostálgico, pronunciado a media luz, a media sonrisa, a medio camino de cualquier parte, difícil de encontrar en Europa, y prácticamente imposible en Hollywood.

LAS INVASIONES BARBARAS reflexiona sobre esas ideas y lo hace huyendo del efecto “lágrima fácil”. Para ello recupera los personajes del film que lo dio a conocer fuera de Canadá: “El Declive del Imperio Americano” (1986), un grupo de amigos reunidos en torno a uno de ellos, enfermo terminal. Remy, cercana la muerte, no reniega de ella, pero adora la vida; a pesar de su creciente frustración de “intelectual socialista” que lo ha sumido en una depresión constante, a pesar de sus fracasos con su mujer, por sus amantes, con éstas, por su insconstancia, con sus amigos, a los que no supo retener, con sus hijos, a los que no entiende, en los que no se reconoce y a los que considera representantes de esos nuevos bárbaros que invaden, sin prisa, sin pausa, su antiguo imperio, del que ya poco queda. No faltan referencias a los U.S.A., ni al 11-S, el gran imperio que, como Roma, es también invadido de alguna manera por esos bárbaros de ahora, que se atreven a atacar en el mismo corazón de su civilización.

No hay que tener prisas con esta película, ni perder el tiempo comiendo pipas; si hay algo que el aficionado no debe perderse son sus diálogos, los más brillantes del año, seguro. No debe uno perderse los personajes: Remy, el enfermo, llena la pantalla; Sebastien, el hijo rico, el más insustancial a priori, el más parecido a nosotros mismos, crece a medida que avanza el metraje; sus amigos ¿pero quién puede tener estos amigos y perderlos? Y Nathalie, la hija yonqui de una de sus ex amantes, representa la crudeza del invasor, del bárbaro que inevitablemente nos sustituirá cuando ya no estemos, que ocupará nuestro lugar en la sociedad. Atención a ella, muchos nos enamoraremos de Nathalie.

Película reproducida en la VIII Muestra de Cine Internacional del año 2004.

Reseña elaborada por el socio de la Sección de Cine del Ateneo de Córdoba Cristóbal Domínguez Cantillo.